Extracción de una parte del texto en la traducción española.
El autor de este pensamiento es un destacadísimo filósofo del siglo XX. El estilo poco pulido se debe a que es un fragmento de una carta…
...para leer y releer, abrir la mente, tratar de entender y reflexionar.
.... << Si se compara con luz blanca el ideal puro espiritual (religioso), los
ideales de las diversas culturas pueden compararse con las luces de colores que
surgen cuando la luz pura aparece a través de cristales de colores.
Imagínate un hombre que desde su nacimiento vive siempre en una estancia en
la que la luz entra sólo a través de cristales rojos. Éste quizá no se pueda
imaginar que exista otra luz que la suya (la roja); considerará la cualidad
roja como esencial a la luz, en cierto sentido no notará en absoluto la rojez
de la luz que le rodea. En otras palabras: considerará su luz como la luz y no
como un tipo especial de turbiedad de la única luz (pues eso es en realidad).
Este hombre se mueve de acá para allá por su estancia, examina los objetos, los
juzga, etcétera. Pero dado que su espacio no es el espacio, sino sólo una parte
–delimitada por el cristal rojo- del espacio, sólo con que se mueva lo
suficiente chocará inevitablemente con el límite de ese espacio.
Entonces podrán suceder varias cosas: uno se dará cuenta de la limitación,
pero no puede romper el cristal y acabará resignándose. Dirá: “¡Así que mi luz
no era realmente la luz! La luz sólo la podemos vislumbrar, y hemos de
contentarnos con la nuestra, enturbiada”. Entonces, este hombre se llenará de
humor o de melancolía, o de ambas cosas alternativamente. Pues el humor y la
melancolía son los estados del ser humano resignado. Por eso el hombre no los
conoce antes de que haya llegado al límite de su espacio, a pesar de que pueda
seguir estando alegre y triste (pero alegría y tristeza no son humor y
melancolía).
Otro hombre chocará con la limitación del espacio, pero no comprende del
todo que se trata de la limitación, y acepta el asunto como si hubiera chocado
con un cuerpo dentro del espacio. Para éste propiamente no cambia nada, sigue
viviendo como antes.
Finalmente, un tercero dice: tengo que atravesarlo e introducirme en el espacio
y la luz. Rompe el cristal y sale de su limitación a la libertad de lo abierto.
La aplicación es: el hombre en la campana de
cristal roja es la humanidad dentro de una cultura determinada, por ejemplo,
dentro de la occidental, que comenzó aproximadamente con la migración de los
pueblos y alcanzó una de sus cumbres –creo que la última- en el siglo XVIII. La
luz es el ideal, y la luz turbia el ideal de la cultura. Éste se considerará el
ideal mientras la humanidad no haya llegado todavía al límite de esa cultura.
Pero tarde o temprano llegará a ese límite, pues toda cultura es sólo una parte
limitada del espacio.
Con el comienzo del siglo XIX (del espiritual) la humanidad topó con el
límite de la cultura occidental. Y entonces se presenta la acritud: la
melancolía y el humor (pues ambos son acres). Y entonces, claro está, puede
decirse: todo ser humano importante de ese tiempo (del siglo XIX) es o un
humorista o un melancólico (o ambas cosas), y con mayor intensidad cuanto más
importante sea; o rompe la limitación y se hace religioso [y entonces también
puede suceder, ciertamente, que uno introduzca la cabeza en lo abierto, pero,
deslumbrado por la luz, retroceda y, con mala conciencia, siga viviendo en la
campana de cristal].
Se puede decir, pues: el ser humano importante siempre tiene que habérselas
de algún modo con la luz (esto le hace importante), si vive en medio de la cultura
tiene que habérselas con la luz coloreada, si llega al límite de la cultura ha
de enfrentarse a ella y, entonces, es ese enfrentamiento, su tipo y su
intensidad, lo que nos interesa de el, lo que nos conmueve de su obra >>.
“Luz y Sombra”
Ludwig Wittgenstein