Desplegar nuestras alas.




Si nunca nos animamos a desplegar nuestras alas hacia los demás, nunca sabremos hasta dónde se pueden extender.
¿Qué perdemos desplegando nuestro corazón, haciendo propias la felicidad de los demás pero también su sufrimiento?
¿Qué perdemos poniéndonos en el lugar del otro?
¿Qué perdemos cambiando nuestros hábitos egocéntricos?

La conciencia es la llave de nuestro potencial como seres humanos, tomar conciencia es ponerse en el lugar del otro.

Debemos poner en práctica la “empatía”, ser por un instante ese otro en una situación límite y en toda situación.
Tratar de saber lo que siente o incluso lo que piensa y sentir con el.

Hay dos situaciones que son parte de nuestra propia vida y de la vida de nuestros semejantes: el bienestar y el dolor (la felicidad y la tristeza).

Compartimos y nos hermanamos fácilmente ante la felicidad de los demás, ya que la alegría y buenos momentos son compatibles con nuestros propios deseos,  nuestros sentimientos y anhelos más íntimos; nos identificamos rápidamente con la sonrisa, con el bienestar, con la salud, con el amor…, porque ese sentir nos hace física y mentalmente bien.

Pero nos cuesta muchísimo hacer propio el real sufrimiento que padece otro ser humano, sobre todo por que la mayoría de las veces solo pensamos en nosotros mismos; pensamos que “eso” que le pasa al otro nunca nos va a pasar, que nada malo ni frustrante nos va a suceder.
Nos da miedo el solo imaginarlo.
Ante la desgracia del otro, ante el dolor de los demás, la mayoría de las veces solo pensamos que “somos afortunados”.

Deberíamos intentar prestar más atención a las otras personas y lo que les pasa, sobre todo a las que sufren, física o emocionalmente, no solo mirarlas sino “verlas” realmente con los ojos del corazón y desplegar hacia ellas las alas de nuestra propia conciencia.

Quizás no podamos evitarle la desgracia o el sufrimiento que tiene que padecer, pero lo que si podemos es hacerles saber que “estamos”…,  que nos importa lo que les pasa, que estamos para escuchar, apoyar y abrazar su padecimiento con nuestras propias alas de compasión.

Hacerle sentir al otro que nos importa su realidad nos importa lo que siente y lo que piensa, es realmente conectarnos con sus sentimientos.

Cuando una persona sufre, cuando la tristeza o la desgracia le toca, cala hondo y le deja huellas irreparables, cuando la vida la golpea duro y le hace sentir que ese dolor es tan grande que no se irá jamás…, debemos hacerle saber que aún en silencio, nos ponemos a su lado y caminamos junto a ella….

Si nunca lo intentamos, si no abrimos nuestras alas hacia los demás, si no tomamos conciencia y sentimos empatía con el otro, jamás llegaremos a conocer la grandeza de nuestro potencial humano.

Adaptación: Aly Diaz C

No hay comentarios:

Publicar un comentario